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Anchoas Emilia, para paladares exigentes 

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11.06.19 Irene S.

 

Explicar cómo son y saben unas anchoas, es de las cosas más sencillas de describir gastronómicamente hablando. ¿Por qué? Porque todos los apasionados de ese producto, somos perfectamente capaces de diferenciar unas anchoas malas, de unas de altísima calidad.

Por eso, definir las Anchoas Emilia, es fácil. Son anchoas de las súper buenas, de las muy top, de las que si llevas a una casa cuando te invitan a cenar, te hacen quedar como el invitado ideal.

Desde el momento en que abres la lata, sabes que son buenas-buenísimas. Mientras salivas sin poder remediarlo, observas la disposición de las disciplinadas anchoas, cómo están perfectamente alineadas, perfectas, dispuestas de manera ordenada como si Marie Kondo las hubiera aleccionado. Su color es uniforme, y su brillo de aove, una maravilla.

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La textura es sumamente suave y agradable, ausencia total y absoluta de incómodos pelillos de los que se te clavan en la garganta de las latas de a 1 €, ausencia también de sensación de sed desértica después de haberlas comido. El sabor es extraordinario, en el grado justo para no enmascarar el resto de sabores de lo que acompañe a la anchoa (en mi caso las monté sobre una tosta de tomate natural, y la mezcla de sabores era de deleite…).

Si quieres conocer más sobre la historia de Doña Emilia Fuentes Ruíz, y como trabajando en un pequeño laboratorio en los 80 empezó su andadura en el mundo de la anchoa de alta calidad, no dejes de visitar su web anchoasemilia.es, su fábrica en Santoña anchoasemilia.es/visitas-guiadas, y sobre todo, no dejes de probarlas, de degustarlas, de regalarlas, y ¡de disfrutarlas!

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